La vida no es perfecta.
Las cosas van mal, cometemos errores, ocurren accidentes y la vida puede no salir como esperamos.
¿Pero tu reacción por defecto es buscar a alguien o algo a quien culpar de tus problemas?
Muchas de las cosas que nos ocurren son el resultado de múltiples factores que contribuyen, y pueden estar causadas por una mezcla de nuestras propias acciones y las de otras personas.
Por ejemplo, si chocaras con un socavón en la carretera y te cayeras de la bici, probablemente se debiera en parte a que la carretera está mal mantenida, pero también a que ibas demasiado deprisa o no mirabas por dónde ibas.
Si fueras tú, ¿despotricarías de lo que se gastan tus impuestos estos días, o aceptarías el papel que has jugado en ello y te comprometerías a aprender de tus errores?
Si te encuentras tratando de pasar la pelota por cada error que cometes, probablemente eso te haya metido en problemas en el pasado..
…especialmente si intentas echar la culpa a tu pareja, a tu familia, a tus mejores amigos o a las personas con las que tienes que trabajar estrechamente.
Por mucho que la gente nos quiera, sólo hay un número determinado de veces que la mayoría de la gente tolerará que se le eche la culpa de algo que realmente no fue culpa suya.
Además de debilitar nuestras relaciones, ser incapaces de asumir la responsabilidad de nuestros errores puede perjudicarnos de otras maneras.
La vida consiste en cometer errores. Sólo si nos equivocamos aprendemos a hacer las cosas bien.
Si nunca aceptamos que nos hemos equivocado, ¿cómo podremos aprender a hacer las cosas mejor?
Teniendo esto en cuenta, pensemos en algunas de las razones por las que podemos sentirnos tentados a culpar a los demás, seguidas de una mirada a cómo dejar el hábito de cambiar la culpa de nuestros problemas.
Razones por las que culpamos a otros de nuestros errores
1. Para explicar por qué ha ocurrido algo.
Como humanos, es nuestro defecto buscar siempre una causa para algo.
Nos gusta tener relatos que expliquen por qué sucedieron las cosas para poder añadirlos a nuestra historia mental de la vida.
En lugar de dirigir la luz hacia nosotros mismos o de observar el panorama y el contexto general, podemos explicar las cosas más rápida y fácilmente atribuyéndolas a otros.
2. Atacar a alguien.
Trasladar la culpa a otra persona es una forma sutil de atacarla.
Puede que lo hagamos inconscientemente, pero si le guardamos rencor a alguien por alguna razón -quizá sentimos que nos ha perjudicado o nos ha culpado en el pasado-, si se presenta una oportunidad para culparle, puede ser muy tentador aprovecharla.
Culparles de algo también es una táctica que podemos utilizar para herir a nuestra pareja, seamos o no conscientes de que lo estamos haciendo.
3. Es un gran mecanismo de defensa.
Trasladar la culpa directamente a otra persona o cosa es la forma perfecta de evitar tener que reflexionar sobre tu comportamiento o profundizar en tu propia psique.
Así puedes seguir siendo felizmente inconsciente de tus propios defectos, lo que puede ayudar a mantener un ego frágil.
4. Así es más fácil.
¿Por qué íbamos a molestarnos en hacer todo ese complicado autoanálisis y tomar medidas para arreglar una situación si podemos quitarnos la culpa de encima y echársela a otra persona o cosa?
A veces nos convencemos de que la culpa es realmente de otra persona, pero otras veces sabemos que estamos mintiendo.
Pero a menudo decidimos en el momento que es más fácil decir una mentira que afrontar las consecuencias de la verdad.
Aprendemos a mentir muy pronto en la vida y a la mayoría de nosotros se nos da bastante bien. Sopesamos la posibilidad de que la gente descubra que hemos mentido frente a las consecuencias que tendríamos que afrontar si confesamos, y a menudo tomamos la opción fácil.
5. Elimina las inhibiciones.
Culpar a otras personas puede proporcionarnos una excusa para actuar de forma hiriente.
Es una forma de justificar nuestras acciones ante nosotros mismos para eliminar las inhibiciones naturales de nuestro cerebro, que están ahí para evitar que nos comportemos mal con los demás.
Significa que podemos construir un patrón de pensamiento que nos permite actuar de una manera que nuestra brújula moral normalmente impediría.
Cómo evitar el desplazamiento de la culpa
¿Te suena alguna de las razones enumeradas anteriormente?
Si te has dado cuenta de que eres un cambiador de culpas en serie, tengo buenas noticias para ti.
El primer paso para cambiar tu comportamiento es reconocerlo y aceptarlo, así que el hecho de que estés leyendo este artículo es una señal fantástica.
Significa que tienes ganas de hacer cambios y convertirte en una persona mejor, por tu propio bien y el de los que te rodean.
Pero, ¿cómo puedes empezar a modificar tus patrones de comportamiento?
¿Cómo puedes dejar el hábito de toda la vida y empezar a aceptar la culpa de las cosas cuando sea apropiado?
Recuerda que no estoy abogando por aceptar ciegamente la culpa de todo, sino simplemente por darte cuenta de cuándo las cosas son realmente culpa tuya y actuar en consecuencia.
He aquí algunos pasos útiles para romper el hábito de echar la culpa a los demás.
1. Respira profundamente.
Cuando ocurra algo que sabes que normalmente desencadenaría una reacción negativa y defensiva por tu parte, trata de atraparte en ese momento.
Antes de reaccionar o decir algo a alguien, respira profundamente -o varias- e identifica el sentimiento que te hace querer echar la culpa a los demás.
¿Es vergüenza? ¿Miedo? ¿Un sentimiento de incapacidad?
Si te tomas unos instantes para evaluar la situación y preguntarte cuál sería tu reacción inicial, puedes, en cambio, elegir responder de un modo que ayude a todos los implicados, incluido tú.
2. Reencuadra la situación como una oportunidad para aprender.
Nadie ha llegado a ninguna parte en la vida sin experimentar algunos fracasos importantes en el camino.
Cada error que cometemos, desde los más pequeños hasta los más grandes, nos enseña lecciones de vida y nos permite crecer.
Así que, la próxima vez que metas la pata, lucha contra el impulso de culpar a los demás de tus fracasos pensando en lo que podrías aprender si te hicieras cargo y aceptaras la responsabilidad.
Entonces podrás reflexionar sobre por qué las cosas sucedieron de la manera en que lo hicieron, y decidir cómo evitar que vuelvan a suceder.
3. Si cambias la culpa, pide disculpas.
Aunque todavía estás aprendiendo a aceptar la culpa de los errores que cometes, no cabe duda de que vas a meter la pata… repetidamente.
Tu primer instinto seguirá siendo desviar la atención de ti mismo, así que probablemente habrás cambiado la culpa antes de darte cuenta de lo que has hecho.
Cuando eso ocurra, asegúrate de afrontarlo después. Pide disculpas a tu pareja, amigo, familiar o compañero.
Reconoce el hecho de que fue tu error inicialmente, y que cometiste un segundo error al tratar de escapar de asumir la responsabilidad por ello.
La incomodidad de la situación probablemente te animará a confesar a la primera oportunidad la próxima vez.
4. Mantén las cosas en perspectiva.
A veces podemos meter la pata de forma espectacular, pero a menudo somos culpables de hacer mucho de nada.
No tiene sentido tratar de esconder algo bajo la alfombra y luego preocuparse de que se descubra, si pudieras aceptar la responsabilidad desde el principio y seguir adelante.
Lo más probable es que imagines que las consecuencias serán mucho peores de lo que realmente serán.